28 noviembre 2005

CUANDO LOS ÁRBOLES DE LA CIENCIA NO DEJAN DE VER EL BOSQUE DE LA ÉTICA

La invención más sorprendente de 2005 es un perro llamado Snuppy. Eso es lo que reflejaba la revista Time en un número reciente. Snuppy no es un robot, ni una maravilla mecánica; es un perro clonado -heredero de la oveja Dolly-, salido del laboratorio de un científico inconformista y revolucionario: Hwang Woo-suk.

Este James Dean de la ciencia estrelló su coche cargado de experimentos espectaculares y polémicos contra un muro de acusaciones sobre la ética de sus procedimientos. Hwang Woo-suk es un veterinario de formación académica que proviene de una familia humilde, algo que le ha obligado desde niño a ser el mejor en todo cuanto emprendía, pues sólo así podía recibir ayudas para continuar con sus estudios. Sus primeros experimentos en clonación tenían como objetivo obtener vacas de mejor calidad, y en 1999 logró una especie de supervaca con la que Woo-suk creyó que terminarían las penurias de los ganaderos de su país y de muchos otros en vías de desarrollo.
Tras las vacas llegaron los cerdos, un animal-puente que serviría para lograr sus aspiraciones de salvar vidas humanas y curar enfermedades (su intención fue que los órganos porcinos pudieran ser trasplantados en humanos).
El camino recorrido le llevó a convertirse en héroe nacional coreano e investigador archifamoso al convertirse en la primera persona en clonar un embrión humano y tomar células madre del mismo.
Woo-suk reconocía ayer en una rueda de prensa que los esfuerzos científicos le habían hecho olvidarse de los aspectos éticos inherentes a su trabajo.
Toda una declaración que abrirá un debate fundamental en los próximos meses y que, de momento, ha provocado su dimisión como director de la Fundación Mundial de Células Madre, tras admitir que utilizó óvulos de colaboradoras de su equipo para realizar sus experimentos.

UNA PRÁCTICA PROHIBIDA
Aunque es cierto que la donación de óvulos por parte de sus asistentes fue voluntaria, no lo es menos que esta es una práctica prohibida en todo el mundo, que contaba además con el consejo en contra de un funcionario supervisor del proyecto.
No era éste el único opuesto a las prácticas del investigador surcoreano.
El biólogo estadounidense Gerald P. Schatten, uno de sus principales colaboradores, ya había acusado hace algo más de una semana a Woo-suk de violar las normas éticas más fundamentales para obtener los óvulos con los que se crearon los primeros embriones clonados.La cosa no se queda aquí.
Dos días antes de que Woo-suk hablara de su desliz ético, el encargado de suministrar los óvulos al equipo del investigador surcoreano en 2002 admitía haber entregado 1.500 dólares a cada una de las 16 mujeres donantes -15 coreanas y una estadounidense- que facilitaron los 242 óvulos cuyo resultado final fue la clonación de 30 embriones.
Por lo que se refiere a la crítica de su excolaborador Schatten, ésta se basa en que la práctica de las donaciones de óvulos por parte de las asistentes es inaceptable según el código de normas bioéticas: un investigador jamás debería obtener óvulos de una subordinada, para evitar posibles presiones o coacciones.
Esta historia, protagonizada por quien está considerado como uno de los principales impulsores de la investigación biogénetica, tiene una relevancia considerable, como la tienen otras dudas acerca de su proceder, que han sido reflejadas incluso en revistas científicas como Nature.

OTROS HALLAZGOS
Woo-suk no está acostumbrado a que las revistas de referencia se hagan eco de presuntos deslices en su investigación, pues lo normal es que las publicaciones científicas punteras glosaran sus hallazgos.
Así ocurrió con Science, cuando anunció la primera clonación, o cuando su equipo logró una nueva hazaña médica al clonar células madre genéticamente compatibles con los pacientes, por primera vez en la historia.
El investigador surcoreano obtuvo once líneas de células madre embrionarias mediante la clonación de células somáticas de once pacientes, varones y mujeres de diversas edades de 2 a 56 años, que sufren de enfermedades o de una herida en la médula espinal.
El hallazgo fue considerado como un paso decisivo para trasplantar células sanas a seres humanos que permitan reemplazar células dañadas por enfermedades, tales como el mal de Parkinson y la diabetes, sin causar un rechazo por parte del sistema inmunológico del cuerpo. Pocos dudaban del liderazgo de Woo-suk y su equipo en el sector de las células madre, y esa posición llevó al investigador surcoreano a proponer la apertura de un banco de células madre con una red mundial en su país.
La seguridad de Woo-suk quedaba confirmada con otros avances, como el inicio de una investigación de células madre para la diabetes, conjuntamente con un equipo de la Universidad de Harvard dirigido por Douglas Melton, padre de dos niños que sufren de diabetes, que ha estado trabajando por encontrar una cura para la enfermedad.
Quienes conocen a Hwang Woo-suk aseguran que no le mueve la fama, ni el dinero.
Su lucha contra la enfermedad es el motor de sus investigaciones.
Pero ayer, decenas de micrófonos recogieron sus palabras en las que admitía que los árboles de la ciencia le habían ocultado el bosque de la ética.

Escrito por Tino Fernández en EXPANSION.