EL FACTOR DE IMPACTO NO DEBERÍA SER UN ÚNICO CRITERIO DE CALIDAD
Normalmente, la publicación en una revista científica de alto impacto confirma la calidad de un trabajo. Pero, ¿cómo se establece ese indicador? ¿Está justificada la impactitis aguda que vive el mundo de la ciencia? Un artículo en Nature revisa este sistema evaluador.
En los años sesenta, Eugene Garfield, fundador y expresidente del Instituto de Información Científica (ISI) o Thomson ISI, del Reino Unido, decidió establecer unos criterios de selección para las revistas que se incluían en esta base de datos.
Entre otras medidas, adoptó como fórmula de evaluación el cociente entre la cantidad de citas recibidas por los artículos de la publicación y el número de artículos que contenía.
Así nació el factor de impacto ISI, un baremo que los científicos conocen y a veces, temen, ya que de él puede depender la continuidad de sus investigaciones.
No hace falta emular a Ramón y Cajal -durante años el autor más citado-, pero publicar en una revista con un factor de impacto ISI alto supone un impulso nada desdeñable para la carrera de un científico; sin embargo, el artífice de este indicador, Garfield, ha reconocido en alguna ocasión que se trata de un mero criterio interno para la gestión de datos y que no debería emplearse como el oráculo de la calidad de un trabajo.
Historias de miedo
La realidad, sin embargo, es otra.
En un artículo sobre el prestigio de las revistas que se ha publicado en Nature, Johan Bollen, de la Biblioteca Científica del Laboratorio Nacional Los Álamos, en Nuevo México (Estados Unidos), comenta que "todos hemos escuchado historias terroríficas sobre colegas que han sido objeto de evaluación en sus departamentos y se han visto afectados por el factor de impacto de las revistas en que publican".
En España, la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora tiene en cuenta la inclusión o no en la base de datos del ISI de las revistas donde aparecen publicados los artículos, a la hora de conceder o no sexenios a los profesores universitarios por su labor investigadora.
Bollen ha comparado el factor ISI con otros dos algoritmos para la medición de impacto: uno basado en el sistema Pagerank (similar al algoritmo que utiliza Google) y otro propuesto por él mismo.
El sistema que usa Google da más peso a las páginas web que son enlazadas por otras páginas web a su vez enlazadas por muchos links.
Trasladado al ámbito de la literatura científica, PageRank privilegia a las publicaciones que son citadas en revistas con mayor impacto ISI (en teoría, más prestigiosas); el valor de cada cita depende de la revista de donde provenga, a diferencia del factor ISI, que no distingue entre las citas, sino que se limita a cuantificarlas.
De hecho, el que una revista tenga un factor de impacto ISI elevado no significa que todos sus artículos sean muy citados; según datos proporcionados por Garfield, más del 56 por ciento de los artículos indexados en el ISI entre 1955 y 1987 no fueron citados ni siquiera por sus propios autores en artículos posteriores.
El tercer factor que se ha cotejado con los otros, y que Bollen denomina factor Y, se obtiene de la multiplicación entre ambos. "Algunas revistas pueden tener un factor ISI alto y un PageRank bajo, porque tienen muchas citas pero proceden de publicaciones poco prestigiosas, o viceversa", justifica.
La clasificación de las diez mejores revistas varía significativamente según se adopte uno u otro (ver cuadro inferior). Así, en el factor ISI, los primeros puestos están ocupados por revistas que publican revisiones de artículos, como Annual Reviews Immunology, que lógicamente tendrá más citas.
A juicio de Bollen, la combinación de los dos factores del algoritmo Y es una medida que puede ayudar a proteger la integridad de la ciencia.
(Nature2006; 439: 770-771).
Hay vida tras el rechazo
Juan Miguel Campanario, del Departamento de Física de la Universidad de Alcalá, en Alcalá de Henares (Madrid), e investigador de los procesos de la comunicación científica, considera que "los métodos de selección de calidad son necesarios, pero no deberían basarse sólo en el factor de impacto de una revista".
El investigador debe saber enfrentarse a la negativa de publicación; muchos ganadores del Premio Nobel recibieron una carta de rechazo, como Severo Ochoa, Louis Ignarro o Stanley Prusiner.
En su página web de libre acceso, Campanario aporta sugerencias y consejos sobre cómo conseguir que un artículo logre la máxima repercusión, "un objetivo que persigue todo científico". www.uah.es/otrosweb/jmc
Fuente: DIARIO MÉDICO
En los años sesenta, Eugene Garfield, fundador y expresidente del Instituto de Información Científica (ISI) o Thomson ISI, del Reino Unido, decidió establecer unos criterios de selección para las revistas que se incluían en esta base de datos.
Entre otras medidas, adoptó como fórmula de evaluación el cociente entre la cantidad de citas recibidas por los artículos de la publicación y el número de artículos que contenía.
Así nació el factor de impacto ISI, un baremo que los científicos conocen y a veces, temen, ya que de él puede depender la continuidad de sus investigaciones.
No hace falta emular a Ramón y Cajal -durante años el autor más citado-, pero publicar en una revista con un factor de impacto ISI alto supone un impulso nada desdeñable para la carrera de un científico; sin embargo, el artífice de este indicador, Garfield, ha reconocido en alguna ocasión que se trata de un mero criterio interno para la gestión de datos y que no debería emplearse como el oráculo de la calidad de un trabajo.
Historias de miedo
La realidad, sin embargo, es otra.
En un artículo sobre el prestigio de las revistas que se ha publicado en Nature, Johan Bollen, de la Biblioteca Científica del Laboratorio Nacional Los Álamos, en Nuevo México (Estados Unidos), comenta que "todos hemos escuchado historias terroríficas sobre colegas que han sido objeto de evaluación en sus departamentos y se han visto afectados por el factor de impacto de las revistas en que publican".
En España, la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora tiene en cuenta la inclusión o no en la base de datos del ISI de las revistas donde aparecen publicados los artículos, a la hora de conceder o no sexenios a los profesores universitarios por su labor investigadora.
Bollen ha comparado el factor ISI con otros dos algoritmos para la medición de impacto: uno basado en el sistema Pagerank (similar al algoritmo que utiliza Google) y otro propuesto por él mismo.
El sistema que usa Google da más peso a las páginas web que son enlazadas por otras páginas web a su vez enlazadas por muchos links.
Trasladado al ámbito de la literatura científica, PageRank privilegia a las publicaciones que son citadas en revistas con mayor impacto ISI (en teoría, más prestigiosas); el valor de cada cita depende de la revista de donde provenga, a diferencia del factor ISI, que no distingue entre las citas, sino que se limita a cuantificarlas.
De hecho, el que una revista tenga un factor de impacto ISI elevado no significa que todos sus artículos sean muy citados; según datos proporcionados por Garfield, más del 56 por ciento de los artículos indexados en el ISI entre 1955 y 1987 no fueron citados ni siquiera por sus propios autores en artículos posteriores.
El tercer factor que se ha cotejado con los otros, y que Bollen denomina factor Y, se obtiene de la multiplicación entre ambos. "Algunas revistas pueden tener un factor ISI alto y un PageRank bajo, porque tienen muchas citas pero proceden de publicaciones poco prestigiosas, o viceversa", justifica.
La clasificación de las diez mejores revistas varía significativamente según se adopte uno u otro (ver cuadro inferior). Así, en el factor ISI, los primeros puestos están ocupados por revistas que publican revisiones de artículos, como Annual Reviews Immunology, que lógicamente tendrá más citas.
A juicio de Bollen, la combinación de los dos factores del algoritmo Y es una medida que puede ayudar a proteger la integridad de la ciencia.
(Nature2006; 439: 770-771).
Hay vida tras el rechazo
Juan Miguel Campanario, del Departamento de Física de la Universidad de Alcalá, en Alcalá de Henares (Madrid), e investigador de los procesos de la comunicación científica, considera que "los métodos de selección de calidad son necesarios, pero no deberían basarse sólo en el factor de impacto de una revista".
El investigador debe saber enfrentarse a la negativa de publicación; muchos ganadores del Premio Nobel recibieron una carta de rechazo, como Severo Ochoa, Louis Ignarro o Stanley Prusiner.
En su página web de libre acceso, Campanario aporta sugerencias y consejos sobre cómo conseguir que un artículo logre la máxima repercusión, "un objetivo que persigue todo científico". www.uah.es/otrosweb/jmc
Fuente: DIARIO MÉDICO
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