CORTADORA DE CESPED LUNAR
"Si no puedes vencerlos, únete a ellos", es un dicho que esencialmente significa "resolver cómo vivir con aquello de lo que no te puedes librar".
Este puede ser un excelente consejo para vivir y trabajar en la Luna.
Los científicos e ingenieros que trabajan en cómo enviar de nuevo astronautas a la Luna, adaptar hábitats, y excavar el suelo lunar para producir cualquier cosa, desde materiales de construcción a combustibles de cohetes, han estado rascándose la cabeza sobre qué hacer con el polvo lunar.
¡Está en todas partes! Esa arena polvorienta se mete por todos los rincones, cubriendo huellas y erosionando el tejido del traje espacial. También atrapa fácilmente cargas electrostáticas, por lo que flota o se levanta de la superficie lunar y se adhiere a las tapas y a las lentes de las cámaras. Incluso podría ser tóxico.
Por tanto, ¿qué se puede hacer con todo este molesto polvo?
Larry Taylor, Profesor Distinguido de Ciencias Planetarias en la Universidad de Tennessee tiene una idea: No tratar de librarse de él, sino de convertirlo en algo útil.
"Soy uno de esos tipos raros a los que les gusta cocinar cosas en hornos microondas normales para ver qué pasa", confesaba Taylor a varios cientos de científicos en la conferencia del Grupo Asesor de Exploración Lunar (LEAG por sus siglas en inglés) en el Centro Espacial Johnson el mes pasado.
En su casa en Tennessee, su experimento más famoso implica una barra de jabón Irish Spring que rápidamente se convierte "en un abominable monstruo" cuando aprietas el botón de encendido del microondas. Pero eso no es lo único de lo que habló en el LEAG.
Respecto a la Luna, una vez colocó un pequeño montón de arena lunar recogida por los astronautas del Apolo, en el horno microondas. Y descubrió que se derretía "en un santiamén", dice, en 30 segundos, a sólo 250 vatios.
El resultado tiene que ver con la composición de la arena.
El regolito lunar, o tierra, se produce cuando los micro meteoritos golpean las rocas y arena lunares a decenas de kilómetros por segundo, fundiéndolas en cristal. El cristal contiene cuentas microscópicas de hierro puro, también llamado hierro "nanofase". Son esas diminutas partículas de hierro las que concentran tan eficientemente la energía de microondas que "derriten" o funden esas tierras sueltas en grandes aglomeraciones.
Esta observación ha inspirado a Taylor a imaginar todo tipo de maquinaria para enviar a la Luna que pudiera fundir el polvo lunar en sólidos útiles.
"Imagine un cochecito tirado por un tractor que está equipado con una serie de magnetrones", es decir, el mismo mecanismo que se encuentra en el interior de un horno microondas. "Con la potencia correcta y la frecuencia de microondas, un astronauta podría conducir, fundiendo el suelo a medida que avanza, fabricando un ladrillo continuo de medio metro de profundidad; y después cambiar los ajustes de potencia para fundir los tres a cinco centímetros superiores para hacer una carretera de cristal", sugiere.
"O digamos que quieres un radio telescopio", continúa. "Encuentra un cráter redondo y pasea una pequeña "cortadora de césped" microondas arriba y abajo por las laderas del cráter para fundir una fina superficie. Coloca una antena en el medio y ¡Voilá, un Arecibo instantáneo!", exclama, refiriéndose al radio telescopio gigante de 305 metros de diámetro de Puerto Rico que se construyó aprovechando un valle circular natural.
Los desafíos técnicos permanecen.
Fundir el polvo lunar en un horno microondas en la Tierra no es lo mismo que hacerlo en la Luna sin aire.
Los investigadores aún necesitan perfeccionar los detalles de un proceso para producir un material fundido fuerte y uniforme en el áspero ambiente lunar.
Pero la idea promete: Plataformas de aterrizaje de cohetes fundidas, carreteras, ladrillos para hábitats, escudos protectores de radiación —productos útiles y disminución del polvo, todo al mismo tiempo.
"El único límite", dice Taylor, "es la imaginación".
Tomado de NASA
Este puede ser un excelente consejo para vivir y trabajar en la Luna.
Los científicos e ingenieros que trabajan en cómo enviar de nuevo astronautas a la Luna, adaptar hábitats, y excavar el suelo lunar para producir cualquier cosa, desde materiales de construcción a combustibles de cohetes, han estado rascándose la cabeza sobre qué hacer con el polvo lunar.
¡Está en todas partes! Esa arena polvorienta se mete por todos los rincones, cubriendo huellas y erosionando el tejido del traje espacial. También atrapa fácilmente cargas electrostáticas, por lo que flota o se levanta de la superficie lunar y se adhiere a las tapas y a las lentes de las cámaras. Incluso podría ser tóxico.
Por tanto, ¿qué se puede hacer con todo este molesto polvo?
Larry Taylor, Profesor Distinguido de Ciencias Planetarias en la Universidad de Tennessee tiene una idea: No tratar de librarse de él, sino de convertirlo en algo útil.
"Soy uno de esos tipos raros a los que les gusta cocinar cosas en hornos microondas normales para ver qué pasa", confesaba Taylor a varios cientos de científicos en la conferencia del Grupo Asesor de Exploración Lunar (LEAG por sus siglas en inglés) en el Centro Espacial Johnson el mes pasado.
En su casa en Tennessee, su experimento más famoso implica una barra de jabón Irish Spring que rápidamente se convierte "en un abominable monstruo" cuando aprietas el botón de encendido del microondas. Pero eso no es lo único de lo que habló en el LEAG.
Respecto a la Luna, una vez colocó un pequeño montón de arena lunar recogida por los astronautas del Apolo, en el horno microondas. Y descubrió que se derretía "en un santiamén", dice, en 30 segundos, a sólo 250 vatios.
El resultado tiene que ver con la composición de la arena.
El regolito lunar, o tierra, se produce cuando los micro meteoritos golpean las rocas y arena lunares a decenas de kilómetros por segundo, fundiéndolas en cristal. El cristal contiene cuentas microscópicas de hierro puro, también llamado hierro "nanofase". Son esas diminutas partículas de hierro las que concentran tan eficientemente la energía de microondas que "derriten" o funden esas tierras sueltas en grandes aglomeraciones.
Esta observación ha inspirado a Taylor a imaginar todo tipo de maquinaria para enviar a la Luna que pudiera fundir el polvo lunar en sólidos útiles.
"Imagine un cochecito tirado por un tractor que está equipado con una serie de magnetrones", es decir, el mismo mecanismo que se encuentra en el interior de un horno microondas. "Con la potencia correcta y la frecuencia de microondas, un astronauta podría conducir, fundiendo el suelo a medida que avanza, fabricando un ladrillo continuo de medio metro de profundidad; y después cambiar los ajustes de potencia para fundir los tres a cinco centímetros superiores para hacer una carretera de cristal", sugiere.
"O digamos que quieres un radio telescopio", continúa. "Encuentra un cráter redondo y pasea una pequeña "cortadora de césped" microondas arriba y abajo por las laderas del cráter para fundir una fina superficie. Coloca una antena en el medio y ¡Voilá, un Arecibo instantáneo!", exclama, refiriéndose al radio telescopio gigante de 305 metros de diámetro de Puerto Rico que se construyó aprovechando un valle circular natural.
Los desafíos técnicos permanecen.
Fundir el polvo lunar en un horno microondas en la Tierra no es lo mismo que hacerlo en la Luna sin aire.
Los investigadores aún necesitan perfeccionar los detalles de un proceso para producir un material fundido fuerte y uniforme en el áspero ambiente lunar.
Pero la idea promete: Plataformas de aterrizaje de cohetes fundidas, carreteras, ladrillos para hábitats, escudos protectores de radiación —productos útiles y disminución del polvo, todo al mismo tiempo.
"El único límite", dice Taylor, "es la imaginación".
Tomado de NASA
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