LOS SANTUARIOS DEL NORTE DE ÁFRICA HAN AYUDADO A PRESERVAR BOSQUES MILENARIOS
Científicos españoles y marroquíes han llevado a cabo una investigación pionera de los khaloas, recintos sagrados ancestrales donde se unen naturaleza y cultura.
En estas islas del paisaje se han desarrollado durante siglos bosquetes donde se conservan especies características de la flora y la fauna mediterráneas, ajenas a la intervención del ser humano.
Vista desde el aire, la franja del norte de África parece una gran alfombra ocre salpicada de manchas verdes.
Se trata de pequeños santuarios, conocidos también como khaloas, marabuts o morabitos, en los que devotos realizan actualmente sus ritos durante el año.
Pero, más allá de su función religiosa, estos enclaves constituyen auténticos oasis de vegetación.
En sus bosquetes, que han sido respetados durante siglos y en ocasiones milenios, subsisten fauna y flora bien conservadas, según revela un estudio publicado en el último número de la revista Ecosistemas.
El ecólogo español Eduardo Seva y el historiador José Luis Román, de la Universidad de Alicante, en colaboración con biólogos de la Universidad Aldelmalek Essaâdi (Tetuán, Marruecos), han establecido que todos los santuarios están ubicados en un alto del terreno.
También tienen en común la presencia de árboles centenarios o milenarios, entre los que se incluye habitualmente un árbol sagrado.
Por otro lado, los khaloas se vinculan siempre a un curso de agua, ya sea un riachuelo, fuente, manantial o pozo, al que se atribuyen poderes curativos.
Las principales diferencias surgen en la estructura de la vegetación, que varía en función al clima de la zona en que se sitúa el santuario.
La región más rica es, sin lugar a dudas, el macizo del Rif.
A lo largo de tres campañas de muestreo en Marruecos, Seva y su equipo han estudiado un grupo de 24 khaloas de la región Jbala, en el Rif occidental.
Su trabajo incluía la identificación tanto de aspectos culturales (número de visitantes, períodos de máxima afluencia…) como naturales (altura y edad de árboles de especies dominantes, cobertura de diferentes estratos, inventario de flora…).
Comparando los datos de diferentes enclaves, los investigadores han llegado a la conclusión de que las dimensiones del bosquete guardan relación directa con la "importancia" del santón local o regional enterrado en el recinto, es decir, “si históricamente representó en el pasado un cambio de organización, logros territoriales, de organización de los colectivos humanos, de explotación óptima de recursos, alguna victoria sobre tropas enemigas, etc.”, explica el profesor Seva.
Por lo general son recintos de alrededor de entre 5.000 y 7.000 m2 de superficie sin protección, aunque pueden alcanzar las 10 hectáreas.
A pesar de no contar con una barrera física que los rodee, los lugareños muestran un profundo respeto por estos santuarios y, durante siglos, han impedido cualquier tipo de actividad sobre ellos que no sea la oración. “Ni una sola rama de leña ha salido de ellos desde el enterramiento del santón”, detalla Seva.
Esto ha permitido que, en condiciones climáticas favorables como las que se dan en el Rif, se desarrolle un bosque perfecto de ecosistema mediterráneo, con un dosel arbóreo que fácilmente alcanza los 15 metros de altura, creando una espesura cercana a la oscuridad en pleno día.
“El 100% de las especies propias de este ecosistema muestran una talla desmesurada, a diferencia de los bosques peninsulares, lo que revela las altas dosis de perturbación humana que han recibido nuestros ecosistemas mediterráneos”, lamenta el investigador.
Por si fuera poco, estos ambientes concentran numerosas especies animales, desaparecidas en el resto del territorio, que sólo aquí encuentran condiciones de vida adecuadas.
Por eso, los investigadores han solicitado una nueva ayuda a la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI), que ha financiado la primera parte del proyecto, para llevar a cabo un estudio detallado de grupos concretos de la fauna que viven en estos santuarios.
Por otro lado, los investigadores advierten que la realidad de hoy no puede asegurar la persistencia de estas islas del paisaje. “Debemos estudiar las claves de estos territorios antes de que desaparezcan por completo”, concluye Eduardo Seva en NOTICIAS21.
En estas islas del paisaje se han desarrollado durante siglos bosquetes donde se conservan especies características de la flora y la fauna mediterráneas, ajenas a la intervención del ser humano.
Vista desde el aire, la franja del norte de África parece una gran alfombra ocre salpicada de manchas verdes.
Se trata de pequeños santuarios, conocidos también como khaloas, marabuts o morabitos, en los que devotos realizan actualmente sus ritos durante el año.
Pero, más allá de su función religiosa, estos enclaves constituyen auténticos oasis de vegetación.
En sus bosquetes, que han sido respetados durante siglos y en ocasiones milenios, subsisten fauna y flora bien conservadas, según revela un estudio publicado en el último número de la revista Ecosistemas.
El ecólogo español Eduardo Seva y el historiador José Luis Román, de la Universidad de Alicante, en colaboración con biólogos de la Universidad Aldelmalek Essaâdi (Tetuán, Marruecos), han establecido que todos los santuarios están ubicados en un alto del terreno.
También tienen en común la presencia de árboles centenarios o milenarios, entre los que se incluye habitualmente un árbol sagrado.
Por otro lado, los khaloas se vinculan siempre a un curso de agua, ya sea un riachuelo, fuente, manantial o pozo, al que se atribuyen poderes curativos.
Las principales diferencias surgen en la estructura de la vegetación, que varía en función al clima de la zona en que se sitúa el santuario.
La región más rica es, sin lugar a dudas, el macizo del Rif.
A lo largo de tres campañas de muestreo en Marruecos, Seva y su equipo han estudiado un grupo de 24 khaloas de la región Jbala, en el Rif occidental.
Su trabajo incluía la identificación tanto de aspectos culturales (número de visitantes, períodos de máxima afluencia…) como naturales (altura y edad de árboles de especies dominantes, cobertura de diferentes estratos, inventario de flora…).
Comparando los datos de diferentes enclaves, los investigadores han llegado a la conclusión de que las dimensiones del bosquete guardan relación directa con la "importancia" del santón local o regional enterrado en el recinto, es decir, “si históricamente representó en el pasado un cambio de organización, logros territoriales, de organización de los colectivos humanos, de explotación óptima de recursos, alguna victoria sobre tropas enemigas, etc.”, explica el profesor Seva.
Por lo general son recintos de alrededor de entre 5.000 y 7.000 m2 de superficie sin protección, aunque pueden alcanzar las 10 hectáreas.
A pesar de no contar con una barrera física que los rodee, los lugareños muestran un profundo respeto por estos santuarios y, durante siglos, han impedido cualquier tipo de actividad sobre ellos que no sea la oración. “Ni una sola rama de leña ha salido de ellos desde el enterramiento del santón”, detalla Seva.
Esto ha permitido que, en condiciones climáticas favorables como las que se dan en el Rif, se desarrolle un bosque perfecto de ecosistema mediterráneo, con un dosel arbóreo que fácilmente alcanza los 15 metros de altura, creando una espesura cercana a la oscuridad en pleno día.
“El 100% de las especies propias de este ecosistema muestran una talla desmesurada, a diferencia de los bosques peninsulares, lo que revela las altas dosis de perturbación humana que han recibido nuestros ecosistemas mediterráneos”, lamenta el investigador.
Por si fuera poco, estos ambientes concentran numerosas especies animales, desaparecidas en el resto del territorio, que sólo aquí encuentran condiciones de vida adecuadas.
Por eso, los investigadores han solicitado una nueva ayuda a la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI), que ha financiado la primera parte del proyecto, para llevar a cabo un estudio detallado de grupos concretos de la fauna que viven en estos santuarios.
Por otro lado, los investigadores advierten que la realidad de hoy no puede asegurar la persistencia de estas islas del paisaje. “Debemos estudiar las claves de estos territorios antes de que desaparezcan por completo”, concluye Eduardo Seva en NOTICIAS21.
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